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Parodia idiomática. Es un ejercicio de creatividad que consiste en crear un repertorio de frases hechas y/o refranes incluidos -a ser posible- en un relato.
Destacamos este trabajo de una alumna de Pilar López en 1ºIDI.
Me levanté con
el pie derecho, con ganas de comerme el mundo, por ello decidí emprender una
aventura. Era de madrugada, porque al que madruga Dios le Ayuda, pero al pasar
las horas comprendí que no por madrugar amanece más temprano.
Hacía mucha rasca, tenía más frío que un perro chico, porque cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo, por ello me abrigué hasta llegar a lo ridículo pero que más da, ande yo caliente ríase la gente. Me puse también el chubasquero porque mejor prevenir que curar y también la Luna anoche era llana (Luna llana, agua mala). Cuando estuve lista inicié el camino a burra zapatera porque estaba más pelada que una tagarnina y así mataba dos pájaros de un tiro, andaba un poco y me ahorraba el dinero del autobús. Asi que pasito a pasito fui haciendo el caminito, ¿y para dónde fui? Pues para delante como los de Alicante, ya que todos los caminos llevan a Roma y caminante no hay camino, se hace el camino al andar.
Al principio de la caminata tenía más hambre que un ratón en la casa. De un pobre, miré dentro de la mochila y sólo tenía un par de naranjas, pero a falta de pan buenas son tortas y menos da una piedra. Cuando se me pasó el hambre empecé a disfrutar del camino ya que estaba más a gusto que un arbusto y más feliz que una perdiz. Anduve tanto que me dolía hasta el cielo de la boca, pero como todo esfuerzo tiene su recompensa llegué a un pueblo más bonito que todas las cosas y allí me planté y aquí sigo más feliz que unas pascuas y que salga el sol por Antequera, que mi felicidad no tiene precio y no la cambio yo ni por todo el oro del mundo.
El camino pudo ser duro pero no hay mal que dure cien años y después de la tormenta sale el sol.
Hacía mucha rasca, tenía más frío que un perro chico, porque cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo, por ello me abrigué hasta llegar a lo ridículo pero que más da, ande yo caliente ríase la gente. Me puse también el chubasquero porque mejor prevenir que curar y también la Luna anoche era llana (Luna llana, agua mala). Cuando estuve lista inicié el camino a burra zapatera porque estaba más pelada que una tagarnina y así mataba dos pájaros de un tiro, andaba un poco y me ahorraba el dinero del autobús. Asi que pasito a pasito fui haciendo el caminito, ¿y para dónde fui? Pues para delante como los de Alicante, ya que todos los caminos llevan a Roma y caminante no hay camino, se hace el camino al andar.
Al principio de la caminata tenía más hambre que un ratón en la casa. De un pobre, miré dentro de la mochila y sólo tenía un par de naranjas, pero a falta de pan buenas son tortas y menos da una piedra. Cuando se me pasó el hambre empecé a disfrutar del camino ya que estaba más a gusto que un arbusto y más feliz que una perdiz. Anduve tanto que me dolía hasta el cielo de la boca, pero como todo esfuerzo tiene su recompensa llegué a un pueblo más bonito que todas las cosas y allí me planté y aquí sigo más feliz que unas pascuas y que salga el sol por Antequera, que mi felicidad no tiene precio y no la cambio yo ni por todo el oro del mundo.
El camino pudo ser duro pero no hay mal que dure cien años y después de la tormenta sale el sol.
Este relato
debe ser entendido como una metáfora, el camino es el camino metafórico que
todos hemos hecho alguna vez, y el pueblecito es la felicidad que encontramos
al final y que debemos mantener. Es verdad que a veces nos vemos obligados a
abandonar ese pueblo pero no debemos olvidarlo y buscar siempre la forma
para regresar a él.
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