jueves, 6 de abril de 2017

Artículo de Opinión 16/17

   
                                                         

                                                                                                    CAMBIOS

Los tiempos han cambiado tanto.
La gente, los niños y sus mayores, han cambiado tanto. Nos acostumbramos al ahora, aun con el vago recuerdo de una época concreta. ¿Por dónde empezar? Tantas cosas sustituidas por un simple objeto, una máquina que supuso una mejora social y terminó destruyendo otra manera que conformaba una sociedad.

Nuestros padres, nuestros abuelos... Sabrán de lo que hablo, de ver cómo todo se va perdiendo, y no solo me refiero a objetos materiales, si no a valores, la unidad, el respeto.

Y quizás alguien tan acomodada como yo, una persona, que de este siglo soy, no tendría por qué hablar de esto, por el mero hecho que no debe opinar de algo que no vio o vivió. ¿Por qué? Puede que no lo haya visto con mis ojos, pero en mi imaginación, y gracias a las anécdotas de mis más cercanos parientes, pude comprobar que la vida no es entretenida por jugar a ese videojuego de moda, sino por disfrutar de todo y con todos los que te rodean. Eso se está perdiendo, ahora un amigo online vale más que un amigo de toda la vida. 

Pero no vengo a criticar el inicio de una consola o un ordenador, pues fue un gran avance para nosotros mismos, pese a todo lo que conllevó después. 

Recordemos todas las navidades, por ejemplo, una fecha para pasarla en familia y que acaba con regalos para pequeños y no tan pequeños. Fijémonos en esas sonrisas y en todo lo que nos hacía feliz. Felicidad al ver que el regalo que esperaba debajo de aquel árbol adornado, allí estaba. Para que a la mañana siguiente salieras a enseñarlo a tus amigos. Pero ya los regalos no tienen la misma ilusión y el valor ya no solo depende del dinero que cueste. Ahora todo tiene un valor emocional. Aun me acuerdo cuando esperaba, ilusionada, la play station, y en su lugar vi una montaña de juguetes nada que ver a lo primero. Puede que estuviera desilusionada, pero todo desapareció al pensar que eso que tenía era mejor que nada, tan solo sonreía alegremente y daba las gracias. Porque esos regalos que no esperaba fueron lo mejor que me había pasado. Esa tardanza no fue otro motivo que enseñarme a apreciarlo todo aun mas que antes.

¿Cuántos son los niños que salen a jugar? Si hay, los podría contar con los dedos de una mano y la mayoría serían pequeños. 

¿Cuántos son aquellos mismos niños que se pierden en el viaje de ser adulto?
¿Cuántos dejan de ser niños tan rápido?

Con el tiempo aprendimos a trazar la gran linea divisoria entre sueño y realidad. Y a veces es la misma realidad la que nos enseña que nunca hay que dejar de soñar. Porque solo cuando uno tiene sueños podrá luchar por ellos, si no no habrá nada por pelear.

Tan pequeños, y con la vida rota, para después crecer y no tener ganas de vivir.

¿Qué es esto? El tipo de vida en el que debemos de seguir hasta el final del camino. Y quizás, solo quizás algo pueda cambiar, me temo que ese cambio está en nosotros mismos. Y yo no veo mucha actitud por cambiar.

Para finalizar, destaco el poco tiempo que ha pasado y todo lo que ha cambiado este extenso artículo de opinión. Pasé de hablar de un asunto determinado y terminé con otro algo distinto. Supongo que así es la mente humana, pasa de un extremo a otro en cuestión de segundos. Siempre en movimiento, siempre cambiando.

Los tiempos cambian por nosotros mismos, pero el tiempo siempre es el mismo. Una simple máquina programada.


Nosotros, la hacemos.

Aroha Garay Sánchez .1ºBTO.Sociales

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