CAMBIOS
Los tiempos han cambiado tanto.
La gente, los niños y sus mayores, han
cambiado tanto. Nos acostumbramos al ahora, aun con el vago recuerdo de una
época concreta. ¿Por dónde empezar? Tantas cosas sustituidas por un simple
objeto, una máquina que supuso una mejora social y terminó destruyendo otra
manera que conformaba una sociedad.
Nuestros padres, nuestros abuelos... Sabrán de
lo que hablo, de ver cómo todo se va perdiendo, y no solo me refiero a objetos
materiales, si no a valores, la unidad, el respeto.
Y quizás alguien tan acomodada como yo, una
persona, que de este siglo soy, no tendría por qué hablar de esto, por el mero
hecho que no debe opinar de algo que no vio o vivió. ¿Por qué? Puede que no lo
haya visto con mis ojos, pero en mi imaginación, y gracias a las anécdotas de
mis más cercanos parientes, pude comprobar que la vida no es entretenida por
jugar a ese videojuego de moda, sino por disfrutar de todo y con todos los que
te rodean. Eso se está perdiendo, ahora un amigo online vale más que un amigo
de toda la vida.
Pero no vengo a criticar el inicio de una
consola o un ordenador, pues fue un gran avance para nosotros mismos, pese a
todo lo que conllevó después.
Recordemos todas las navidades, por ejemplo,
una fecha para pasarla en familia y que acaba con regalos para pequeños y no
tan pequeños. Fijémonos en esas sonrisas y en todo lo que nos hacía feliz.
Felicidad al ver que el regalo que esperaba debajo de aquel árbol adornado,
allí estaba. Para que a la mañana siguiente salieras a enseñarlo a tus amigos.
Pero ya los regalos no tienen la misma ilusión y el valor ya no solo depende
del dinero que cueste. Ahora todo tiene un valor emocional. Aun me acuerdo
cuando esperaba, ilusionada, la play station, y en su lugar vi una montaña de
juguetes nada que ver a lo primero. Puede que estuviera desilusionada, pero
todo desapareció al pensar que eso que tenía era mejor que nada, tan solo
sonreía alegremente y daba las gracias. Porque esos regalos que no esperaba
fueron lo mejor que me había pasado. Esa tardanza no fue otro motivo que
enseñarme a apreciarlo todo aun mas que antes.
¿Cuántos son los niños que salen a jugar? Si
hay, los podría contar con los dedos de una mano y la mayoría serían
pequeños.
¿Cuántos son aquellos mismos niños que se
pierden en el viaje de ser adulto?
¿Cuántos dejan de ser niños tan rápido?
Con el tiempo aprendimos a trazar la gran
linea divisoria entre sueño y realidad. Y a veces es la misma realidad la que
nos enseña que nunca hay que dejar de soñar. Porque solo cuando uno tiene
sueños podrá luchar por ellos, si no no habrá nada por pelear.
Tan pequeños, y con la vida rota, para después
crecer y no tener ganas de vivir.
¿Qué es esto? El tipo de vida en el que
debemos de seguir hasta el final del camino. Y quizás, solo quizás algo pueda
cambiar, me temo que ese cambio está en nosotros mismos. Y yo no veo mucha
actitud por cambiar.
Para finalizar, destaco el poco tiempo que ha
pasado y todo lo que ha cambiado este extenso artículo de opinión. Pasé de
hablar de un asunto determinado y terminé con otro algo distinto. Supongo que
así es la mente humana, pasa de un extremo a otro en cuestión de segundos.
Siempre en movimiento, siempre cambiando.
Los tiempos cambian por nosotros mismos, pero
el tiempo siempre es el mismo. Una simple máquina programada.
Nosotros, la hacemos.
Aroha Garay Sánchez .1ºBTO.Sociales