Lei è un soffio di vento
A veces
me preguntan qué es lo que más me gusta de ella, siendo tan difícil elegir un
solo detalle. No puedes escoger, en ningún caso, lo más atractivo o lo que
consideres mejor, no puedes escoger entre dos opciones, porque la elección no
existe. Podría pasarme horas hablando acerca de ella, de como es, de su
sonrisa, de sus ojos, de su forma de mirada, casi más importante que sus ojos,
porque ¿qué más da cómo sean sus ojos? Lo que me atrajo fue su expresividad.
Estaría
mintiendo si dijese, que no me impone nada, que su sola presencia no provoca
que quiera echarme a temblar; no es miedo lo que produce su estancia en mi
mismo lugar, sino una corriente eléctrica que amenaza con desatarse cada vez, y
un desbocado corazón que me pide paz. Yo también me pregunto qué es lo que me
gusta, porque hasta cuando resulta desagradable a los demás, me parece que
tiene cierta ternura. Incluso con su mal genio, con sus frustraciones y sus
nervios, sus planes para que todo salga perfecto, aunque ella sabe que no es
nada práctica; su cabeza es metódica sin remedio. Me gusta por eso, me gusta
porque sabe sacar una sonrisa cuando menos lo deseo, porque es capaz de hacerte
reír justo cuando sólo quieres llorar un río entero. Me gustan sus manías, y su
forma de hablar. Me gusta cómo se le iluminan los ojos, cuando explica algo que
le apasiona de verdad. Me gusta saber que puedo observarla, y que ella no
siente incomodidad.
Me
gusta todo de ella, aunque suene a cliché, porque dicen que no puede gustarte
alguien en su totalidad, pero si no te gustan sus defectos, sus manías, sus
buenos y malos momentos, quizás sea que no te gusta de verdad.
Ana Borrás.1ºIDI. B
Pixabay.com
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