sábado, 22 de junio de 2019

Primer Premio de Relato Corto, curso 2018/19




                  La esperanza y el gato de Schrödinger"


Iba andando por las calles pedregosas del centro de la ciudad, al principio con cuidado, para que las ruedas del troley no hicieran mucho ruido sobre los adoquines —¡Ay, esos ayuntamientos que piensan que queda bonito poner adoquines por las calles del centro!, cómo se nota que ellos no han intentado andar con tacones por esas calles, si no, seguro que ya las hubiesen asfaltado, de eso no le cabía ninguna duda—. Pero, conforme se iba alejando, y el aire fresco entraba en sus pulmones, dotándola nuevamente de vida, fue olvidando su prudencia y ya no le importaba que la maleta sonase tanto, es más, de pronto se sorprendió a sí misma tarareando entre dientes una cancioncilla de su infancia.      No entendía por qué, de pronto, esa canción le venía a la mente, quizás porque recordaba su niñez como uno de los momentos más felices de su vida y ahora sentía que era dichosa de nuevo.

«¿Cómo fue que llegué a esto? se preguntó—, yo era una chica normal, ni muy guapa ni muy fea, ni muy alta ni muy baja, ni muy rubia ni muy morena; normal, vamos. No estaba entre las populares, pero tampoco entre las empollonas, aunque sí que me gustaba estudiar. Nunca me gustó sobresalir, aunque fuese por algo positivo como era pertenecer al grupo de los «listos» de la clase. Aunque sí que era la típica persona en la que la gente confía, a la que las señoras cuentan sus cuitas, bien en la sala de espera del ambulatorio, o en la parada del autobús, ese era mi don».

No fue hasta que cumplió los dieciséis años, que salió, por primera vez sola, con una amiga, a ver los distintos belenes que se montan en fechas navideñas, y un chico se interesó por ella, «¡ojalá no hubiese salido nunca a ver esos belenes!, pensó», pero, por lo visto, lo que está destinado para uno no puede evitarse. Porque tenía un examen esa semana y había intentado no salir, pese a la insistencia de su amiga, ya que necesitaba buenas notas para conseguir la beca que le permitiría seguir con sus estudios, pero cuando lo conoció a él, se olvidó de los estudios, se olvidó de las notas, se olvidó de sus amigos, se olvidó de todo… se olvidó hasta de ella misma. En realidad, a ella fue a la primera que olvidó.

La primera bofetada la sintió más en el alma que en la cara, pero a continuación llegó la primera disculpa, repleta de besos y de lágrimas y perdonó, con apenas veinte años y un hijo, ¿qué otra cosa podía hacer? Por desgracia, ese pequeño ángel de rizos morenos, con grandes ojos que lo abarcaban todo, como queriendo ver la creación con una sola mirada, no pudo con la maldita enfermedad y se fue.

Hasta esta noche, en la que harta de todo, decidió que unas gotitas de «Trankimazin» no le harían mucho daño. Y así pudo escapar en el silencio de la madrugada. Tiró por un callejón solitario, porque ni ganas de ver a nadie tenía y de pronto los vio, unos puntos de luz refulgentes, que conforme se iba acercando pudo adjudicar a un hermoso gato negro, que se encontraba en un ángulo oscuro del callejón, quizás, como ella misma, temiendo también a la gente. Se acercó con cuidado ganándose su confianza, hasta que lo pudo tomar en brazos y los dos juntos se alejaron por las calles solitarias. ¿Qué les depararía el futuro?, quizás el gato lo sabría, podían tener una vida plena, o no, todo dependería de la puerta que abriesen.

                                                                                                            Macarena  Diana Liroa
                                          

Segundo Premio de Relato Corto, curso 2018/19

                                           
                                                                "Amistad"


Cuando era una niña y jugaba en las calles empedradas de mi barrio establecí una amistad inolvidable; Un día de primavera me crucé con una gata que volteaba una esquina; La recuerdo salvaje, de bigotes largos y pelaje negro y blanco a rayas. Ambas nos quedamos inmóviles, Entonces recordé que  llevaba mi merienda en el bolsillo y me acerqué para darle un pedacito de jamón. Ella gruñía, pero dejó que me acercara lo suficiente; Lo olisqueó, se  lo comió, se dio la vuelta y se fue.

A la semana siguiente volví a pasar por aquella calle y otra vez  estaba allí y todo volvió a repetirse. Los gatos salvajes aprenden a sobrevivir patrullando su territorio buscando recursos, y cuando encuentran a alguien o algo que los proporciona empiezan a frecuentarlo, pero yo entonces no sabía eso.

Al principio los bufidos y los gruñidos fueron lo habitual de nuestros encuentros, pero con el tiempo  establecimos normas. Sabía que le gustaba el jamón y el pescado, que aborrecía la comida de gatos y que le encantaba rodar y rascarse la espalda, a cambio, ella me dejaba compartir su espacio, alimentarla y acariciarla, y después de ronronear un rato se marchaba sin más.

Cada miércoles y a la misma hora ella se presentaba, así forjamos una relación de confianza que duró años, pero un buen día dejó de venir. Continué visitando esa calle hasta que un día volvió, pero esta vez parecía débil, apenas se movía, aullaba al acariciarla, le costaba respirar y además estaba embarazada. La agarré e inmediatamente la llevé a una clínica veterinaria. Allí no me dieron buenas noticias; De la camada nacieron dos crías con vida y la madre no iba a tener mejor suerte, tenía una infección renal y no podían evitar lo inminente. Asentí y el veterinario desapareció tras una puerta para volver al rato con una cajita con su cuerpo dentro.

Entre lágrimas la agarré y a escondidas la llevé a un jardín cercano y tranquilo donde había muchas flores, la saqué con cuidado y la enterré, fue uno de los días más tristes que recuerdo. Entonces recordé a sus hijas, necesitaban comida, agua, cuidados, un sitio donde dormir y alguien a quien querer. Volví a la clínica y pregunté qué pasaría con ellas, me dijeron que  las darían en adopción, así que decidí quedármelas.

Mi vida continuó, yo vivo en otra ciudad pero cada cierto tiempo vuelvo allí y cada vez que lo hago paso por la calle donde nos conocimos y mis recuerdos vuelven, siento otra vez su presencia, pero aquel día fue algo diferente. Vi algo que me sobresaltó, su alma, blanca y traslúcida, estaba ante mí  como cuando éramos pequeñas, pero esta vez sus ojos transmitían la necesidad de saber cómo estaban sus crías, así que sonriendo le mandé un pensamiento de tranquilidad “Tus hijas estarán bien, cuidaré de ellas, puedes irte tranquila”.  Ella se volvió, saltó y se desvaneció marchándose hacia lo que yo confío que es el cielo. Una lágrima se asomó inesperada, y mientras me la secaba me di la vuelta y me alejé con mi maleta hacia mi destino.

El tiempo pasó, pero cuando mis gatas me reciben al llegar a casa a veces me conmuevo al recordar mi niñez en aquellas calles empedradas y a mi vieja, curiosa y bigotuda amiga de mi infancia.

                                                                                                             Alberto Bedmar Montaño

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lunes, 17 de junio de 2019

GANADORES RELATO 2018/2019



       Nuestra más sincera enhorabuena a los GANADORES del Concurso Literario de este curso 18/19 



         El primer premio se lo lleva nuestra alumna Macarena Diana Liroa  del Curso ESPA II con el relato titulado:La esperanza y el gato de Schrödinger".

         El segundo premio  es para  nuestro alumno Alberto Bedmar Montaño de 2º DAW con su relato titulado: "Amistad".


         Hay que mencionar también otros relatos muy buenos como el de Violeta Cardenete Molina de 4ºESO A; o el de Mario Sánchez Álvarez de 1º DAW. Estos serán también publicados aquí para que todos podáis disfrutarlos. 


         Solo queda despedirnos hasta el próximo año en el que esperamos que sigáis con ganas de contar y escribir. 

         Muchas gracias a todos los participantes.
         Feliz verano´
         Teresa Ojeda. 

                           

       * La alumna Aylén Mª Peñuela Andrada puede recoger también el premio que tenía pendiente del 17/18.

         Los premios pueden recogerse desde el 19 al 28 de junio en Vicedirección o en Biblioteca. 
         Si alguno no puede también podrá recogerlo durante el mes de septiembre. 
         
                                         (Encargadas: Nelly Oliveras, vicedirectora; Teresa Ojeda, Biblioteca. )